
El Comité Directivo
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El tránsito hacia la “nueva normalidad sanitaria” no será el hito llamado vacuna. ¿Qué ocurrirá socialmente después del coronavirus?
Consciente o inconscientemente, el ser humano busca un hito que defina el punto de inflexión, el punto de cambio de una etapa a la otra. En esta convergencia de crisis (sanitaria, económica, social), no ha sido la excepción e incluso se habla mucho de la nueva normalidad como algo que significará un parteaguas; un momento en el camino donde “todo será de una nueva forma” y nuestros sistemas socioeconómicos se alinearán a esta “nueva forma”.
¿Transitar hacia esta “nueva normalidad” (lo que sea que ello signifique), será llegar a un hito o será recorrer un proceso?
No es difícil aceptar como una respuesta lógica el hecho de que es más bien un proceso y no un hito. Sin embargo, la intención, más allá de hacer una pregunta que pudiera resultar evidente, es reflexionar que lo que lógicamente es un proceso, en muchas ocasiones, podríamos estar inconscientemente esperándolo como un hito.
Reflexionemos por un momento. Refirámonos primero a la crisis sanitaria: aún cuando el día de hoy se validara internacionalmente una vacuna, se abren otro número de cuestionamientos sobre cuándo, cómo y a quién se administrará dicha vacuna; sobre los cambios en las regulaciones de movilidad, laborales, académicas, de espacios recreativos, entre muchos otros. Por lo tanto, el tránsito hacia la “nueva normalidad sanitaria” no será el hito llamado vacuna.
Si nos referimos a otra de las dimensiones de la convergencia de crisis, lo social, encontraremos un escenario similar: si el día de hoy se diera luz verde total para la asistencia a los centros de trabajo y estudio, no llegaría con ello la nueva normalidad; las personas asistirían con riesgo, no todos se sentirían cómodos, se demandaría a las empresas la seguridad, las escuelas enfrentarían demandas si los menores resultaran infectados, se tendrían que establecer protocolos de incorporaciones escalonadas (como de hecho está sucediendo), de modelos híbridos de asistencia, de puestos de trabajo que cambian, entre muchos otros.
Entonces, en realidad no hay un hito, hay un proceso. Y así en lo económico y resto de dimensiones sociales de esta convergencia de crisis; sin olvidar el impacto acelerado de la disrupción tecnológica. Entonces, si transitar a la nueva normalidad no es un hito, sino un proceso, la pregunta pertinente ahora, es ¿cuál es ese proceso?
Claramente es una pregunta que amerita una observación rigurosa a lo largo del tiempo. En BTConsortium hemos llevado a cabo esta observación ya de tiempo atrás y tenemos la convicción de que, al ser las empresas entes sociales que se comportan dentro de un macrosistema denominado sociedad, país, región, etc., cada ente recorre su propio proceso; sin embargo, en este recorrido hay un común denominador: el proceso de cambio de las personas.
Llevamos esta conversación con diversos miembros de la comunidad BTConsortium y, hasta el momento, hemos encontrado algunas etapas comunes sobre cómo están transitando, los líderes empresariales, estos procesos de cambio: cómo están transitando hacia la nueva normalidad.
Vale la pena mencionar que algunas de estas etapas se identificaron en retrospectiva, es decir, no se llevaron a cabo como intencionales en su momento; sin embargo, en la reflexión aparecen como parte fundamental del proceso. Dado precisamente nuestra convicción sobre la fluidez de estos cambios, estos hallazgos son al momento y no se descarta que nuevas etapas de este proceso las decantemos conforme avanzamos hacia esta “nueva normalidad”.
La fatiga, el duelo y la vulnerabilidad
Es de todos conocido que el 2020 trajo consigo diferentes retos en diferentes países. Sin embargo, la sombra de una recesión mundial, las guerras comerciales y del cambio climático, venía ejerciendo una presión generalizada de tiempo atrás. El impacto que significó la crisis del Covid 19, fue un impacto que lo hemos resistido sobre ese desgaste previo.
Aun así, el impacto de esta crisis fue sin precedentes por varias razones: fue la primera vez que toda la humanidad se enfrentó a una crisis común (aún en mayor escala que en la segunda guerra mundial), se dio en un momento en donde el planeta se encuentra más intercomunicado e interdependiente que nunca en su historia y en el momento de mayor aceleración y disrupción tecnológica jamás vista.
Todo ello impacta en una sociedad donde conviven generaciones con historias abismalmente distintas, generaciones que crecieron con televisores de bulbos en sus casas, hasta generaciones que nacen con dispositivos inteligentes.
Llevar las empresas al ritmo de dichos cambios ha significado un esfuerzo altamente desgastante en los ejecutivos. Muchos de los ejecutivos con los que hemos conversado, expresan cansancio físico relevante y síntomas generalizados de burn out.
Al desgaste físico se suma el hecho de que, en la mayoría de los casos, en los círculos cercanos de colaboradores o familia, la pandemia ha cobrado víctimas a las que no hemos podido dedicarles un duelo suficientemente reparador, pues la pandemia no se detiene. Finalmente, nadie está exento de los riesgos e impactos que toda esta convergencia de crisis ha significado. Lo mismo los líderes se sienten vulnerables por la enfermedad misma, que por el tiempo que se han perdido con sus familias, que, por el futuro mismo de sus empresas, sus puestos de trabajo y sus planes como individuos y familia.
Reconocer esta situación ha requerido detener el frenesí: pensar, reflexionar, discernir. Hemos observado diversos procesos, cada quién con su práctica, pero con el común denominador de hacer el alto, de pensar, pensar bien, pensar con intencionalidad, con rigor, con método.
En esta etapa de pensamiento, llevar a cabo un duelo no solo por las personas, sino por todo aquello que ha cambiado, todo aquello que ha “muerto con la antigua normalidad”. Soltar, descansar y nutrir el cuerpo y el espíritu. Mirar con agradecimiento el pasado, anclarse en el presente y mirar con optimismo el futuro.
La creación de nuevas capacidades
Después del pensar, reflexionar y discernir viene el aprendizaje y la preparación.
El aprendizaje:
¿Qué nos deja esta crisis?
¿Qué descubrimos?
¿Qué cambió?
¿Qué no debemos repetir?
¿Qué debemos reforzar?
¿Qué debo agradecer y valorar?
Aprendizaje al que hay que darle su tiempo, hay que permitir que decante, como individuo y como organización. De este aprendizaje, debe venir una preparación para una nueva normalidad que es fluida, que requiere nuevas capacidades. Estas capacidades variarán mucho entre las que, como Empresa, como Comunidad o País debamos desarrollar.
Entre ellas, una muy importante y común para todas las edades, todas las industrias, todos los países: aprender a transformarse, aprender a aprender, aprender a cambiar.
Del proceso de pensamiento surge la convicción de convivir con el cambio. La disrupción tecnológica no se detendrá, nuevos riesgos sanitarios emergerán, retos socio políticos están a la vuelta de la esquina, los esfuerzos de mejora sobre el cambio climático aumentarán, así como sus impactos que ya no tienen marcha atrás, los cambios macroeconómicos seguirán.
Aún con un “gran reseteo” como lo plantea el Foro Económico Mundial, la constante seguirá siendo el cambio. Nos hemos acoplado al cambio con instinto de supervivencia, toca ahora, pasar “a la nueva normalidad donde desarrollamos la capacidad de transformarnos permanentemente”. Transformarnos para construir sobre nuestra mejor esencia y ser mejores para los nuestros, para la sociedad, para el ecosistema.
La responsabilidad por el ecosistema
Finalmente, quizá uno de los mejores legados de esta crisis, fue el hecho mismo de haber tenido un problema común. Los que decidieron aprender, vieron claramente la interdependencia. El hecho de que salir adelante, en muchos casos requirió cambiar los paradigmas de “competir a toda costa” y de luchar por el mayor lucro posible.
Muchos evolucionaron a darse cuenta de que, si el ecosistema no es sano, la sostenibilidad en el tiempo de nuestro modelo de negocio se compromete. El Liderazgo Solidario 5.0, emergió como la característica de los líderes más exitosos para con sus accionistas, colaboradores, familias y comunidades; fueron catalizadores de trabajo y esfuerzo conjunto, de soluciones ganar – ganar, de soluciones donde el costo del corto plazo significaba una ganancia en el largo plazo para el ecosistema en su conjunto.
En nuestras empresas y en nuestras comunidades, no es posible seguir esperando a la nueva normalidad. La nueva normalidad no es un hito que viene, es un proceso en el que estamos de tiempo atrás.
La nueva normalidad no es un espectáculo que hay que ver desde la tribuna, es una realidad dinámica donde el líder es el escritor y el protagonista. La nueva normalidad es interdependiente, es fluida y estamos todos juntos en ella.
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